Últimamente son muchos los llamados de los lectores y de
algunos colaboradores de Periferia sobre la necesidad de recurrir a un lenguaje
sencillo y entendible para todas las personas que nos leen, especialmente para
aquellos que no están acostumbrados a ciertos discursos políticos. Sobre todo
cuando usamos palabras y conceptos como derecha, izquierda, lucha de clases,
hegemonía, etcétera, que no resultan fácilmente comprensibles para ellos. Nos
alegra que nos llamen la atención, y nos preocupa a la vez; nos ha preocupado
todo el tiempo desde nuestra fundación en 2004. Aunque la realidad es
que la mayoría de nuestros lectores son líderes sociales y populares,
profesores y algunos académicos, es fundamental ceder ante el llamado de la
periferia porque es a ellos principalmente a donde queremos llegar. No será
tarea fácil, pero sí gustosa.
Aprovecharemos un suceso presentado en Bucaramanga para
hablar en este editorial del grave problema que debemos superar los colombianos
y colombianas, justo frente a la democracia, la paz, la violencia y el poder
que tienen unos y que sufrimos otros.
El profesor Luis Felipe Cuadros es un joven docente de
bachillerato del colegio Santa María Goretti en Bucaramanga. Su área es de
ciencias sociales y por eso utiliza, como lo hacen muchos profesores en el
país, las notas de prensa que considera apropiadas para apoyarse en temas
complejos para los estudiantes; como los del conflicto armado, víctimas,
negociaciones con los grupos insurgentes y problemas sociales derivados de las
decisiones que toman los que manejan el poder en el país, o sea los partidos
políticos como el de la U, Cambio Radical, el Centro Democrático, el
Conservador, el Liberal, entre otros. Luis Felipe utilizó como herramienta pedagógica
el periódico Periferia para abordar uno de estos temas en la cátedra de paz que
el gobierno nacional y el Ministerio de Educación han incentivado para entender
mejor, suponemos, el problema de la violencia y la paz en Colombia, y los
procesos de negociaciones con las FARC y el ELN.
La sorpresa y la gran preocupación del profesor, y ahora de
nosotros, es que un padre de familia al que le llegó un ejemplar de Periferia
distribuido por el profesor a sus alumnos, presentó una queja y una solicitud a
la rectoría de la institución educativa por considerar que el profesor, con la
lectura de la prensa en clase y las tareas que les colocaba estaba
adoctrinándolos, inyectándoles el ateísmo, el socialismo y las ideas de la
insurgencia, y puso en duda la legalidad y el origen de nuestra prensa. Pero
este editorial no es para defender la legalidad de Periferia ni el contenido de
sus artículos.
Nos cae como anillo al dedo para compartir con nuestros
lectores la preocupación por el nivel de polarización en que hemos caído todos
y todas, a la hora de tratar de explicar las responsabilidades de quienes
fomentan y participan en la agudización del conflicto y la grave situación
social y política.
Por eso es que hemos hablado en nuestros artículos de
proyecto político de derecha y de bloque popular de izquierda y de lucha de
clases, etc. No dudamos en decir que existen en Colombia dos proyectos de
sociedad totalmente opuestos. Uno que defiende e impone los intereses de los
ricos, de los que manejan la economía del país en beneficio propio y al
servicio de los intereses extranjeros. Estos, aunque defienden lo mismo no
siempre están de acuerdo en todo. Hay entre ellos los que defienden los
intereses de los grandes acaparadores de tierras; y los que manejan el capital
financiero y empresarial, pero ambos desean gobernar en favor de sus intereses
o sea su clase social. Estos definen e imponen a las grandes mayorías medidas
económicas, políticas y sociales que profundizan la pobreza, la exclusión y la
violencia. En ese orden de ideas es que hemos dicho que Uribe y Santos son dos
caras en una misma moneda.
Por otra parte estamos los pobres y los que no compartimos
las decisiones de los ricos, los que el padre Camilo Torres llamó la Clase
Popular, sometidos mediante la ley y la violencia a los intereses de los arriba
mencionados. Aquí cabemos las mujeres y hombres, trabajadores, indígenas,
comunidades LGTBI, campesinos, jóvenes y estudiantes que luchamos a diario por
construir un país distinto para la vida digna. Claro está que nosotros también
queremos que se gobierne para nuestros intereses, pero estos son intereses
elementales como la salud, la vivienda, la educación y el empleo digno, para
vivir en paz como sociedad auténticamente humana.
En esa lucha construimos a diario ideas, discursos, formas
de ver la vida y enunciar el mundo que queremos construir. Vida digna,
resistencia, movilización, lucha, unidad, solidaridad y esperanza son algunas
de las palabras que representan a los pueblos y con los que se ha contribuido a
una sociedad mejor. Sin embargo hoy, los de arriba, los que se apropiaron de la
riqueza de todos a través de la fuerza, con sus grandes medios de
desinformación imponen sus lógicas, venden una idea de realidad que no es la
que vivimos las mayorías y hacen ver como angelitos a los demonios. Por otro
lado señala y desdibuja nuestras propuestas haciéndolas parecer perversas,
violentas y autoritarias.
Ese bloque en el que se agrupan los ricos, desarrollaron
grupos armados para asesinar a los líderes sociales, esos grupos se denominaron
paramilitares porque fueron apoyados por las fuerzas militares. Ahora tienen un
discurso político que confunde a la gente porque se lo robó al movimiento
social justamente para confundir. Y también lo hacen los ricos, los del Centro
Democrático, que no son del centro ni democráticos,
porque cuando estuvieron en el poder despojaron a los trabajadores y al país de
sus derechos sociales. Hoy estos también hablan de resistencia civil y hasta de
defender el patrimonio público, el mismo que ellos entregaron a los extranjeros
cuando estuvieron en el gobierno.
Resulta preocupante esa confusión en las clases populares.
Muchos se creen hoy el cuento que el Uribismo es la oposición, que de verdad
son un proyecto distinto al de Santos, a tal punto que en muchos casos cuando
desde algunos sectores del movimiento social planteamos alguna crítica a la Paz
Neoliberal que impone Santos o a los mismos procesos de negociación, algunos
terminen diciendo que esas posturas nos ponen del lado uribista.
Por eso hay que decirlo y muy duro: quienes estamos en esta
orilla, quienes buscamos que sean los pueblos los que decidan sobre sus
realidades, sus territorios y sus vidas, quienes le apostamos a un país donde
avanzar no signifique acabar con el otro, con el planeta, con la vida, quienes
construimos propuestas de vida digna, de resistencia contra el modelo de despojo
y labramos una Paz con Justicia Social, en nada nos parecemos con aquellos
representados en Santos y Uribe, aunque usen nuestras frases, nuestros
discursos y se apropien de nuestras dinámicas y de vez en cuando logren ganarse
a alguno de este lado.
Nada nos identifica con ellos. Seguimos en franca disputa
con su propuesta, o sea seguimos en una lucha de clases (la popular contra la
opresora); seguiremos confrontando su modelo de hambre y muerte, de inequidad e
incertidumbre. Ganar el corazón de las grandes mayorías, del bloque popular, de
los pobres de Colombia es lo que La Minga Agraria, Campesina, Étnica y Popular
pretende alcanzar.
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