Artículo publicado en la Edición impresa 115 (Marzo - Abril 2016) de Periferia Prensa Alternativa
Por Julian Alvarán
Periferia entrevistó a Isabel Rauber, una pensadora latinoamericana, profesora universitaria, pedagoga política y doctora en Filosofía que se ha preocupado desde hace muchos años por “buscar, junto con los movimientos populares, las alternativas que permitan construir soluciones a las problemáticas sociales”. Rauber habló sobre sus críticas al marxismo ortodoxo, las posturas vanguardistas de la izquierda, el lugar de los movimientos sociales en la actualidad latinoamericana y su mirada al proceso de paz colombiano.
Periferia: Usted ha manifestado una crítica a la izquierda tradicional del continente americano, que hizo del marxismo una religión. Señala que no le gusta la categoría, pero se reconoce a su vez como marxista. ¿Qué cuestiona al “marxismo” de la izquierda tradicional y cuál considera que es el aporte actual de este?
Isabel Rauber (IR): Es un poco difícil de expresarlo,
porque nosotros tenemos un lenguaje lógico donde una cosa es o no es. Si
tuviera que identificarme políticamente, sí me reconozco marxista, pero esa
expresión en nuestro continente resulta complicada en términos ideológicos y
culturales. Ya que el “marxismo” -con todas las comillas que hay que ponerle-
ha actuado como una doctrina cuasi religiosa para formar guetos que se esconden
detrás de una falsa concepción de la vanguardia, que argumentan ser los dueños
de la verdad y no escuchan a nadie. Esto justificó también copiar ideas
eurocentristas, trasladar esquemas de clase, miradas a cerca de la organización
política y excluir a los pueblos nativos. Yo no me puedo identificar con
aquello.
Cuando
era más joven lo podía hacer por ignorancia, pero cuando tuve conciencia de lo
que ha ocurrido en este continente con nuestros pueblos indígenas, negros y mulatos,
entendí que negarlos como sujetos es convertirse en cómplices del colonialismo.
No se les reconoció como sujetos casi en ningún lugar. En Colombia, es el sacerdote
Camilo Torres Restrepo es quien reconoce a los indígenas como sujetos, en su
concepto de clase popular, pero ¿qué se le dijo a Camilo? Que como era
religioso, no entendía. Siempre ese marxismo dogmático, religioso y doctrinario
excluyó cualquier posibilidad de pensamiento diferente, diciendo que no
entendían o que eran pequeños burgueses, que eran esto o lo otro. Siempre calificando para excluir.
Por eso digo que soy pero no soy.
Periferia: Usted ha mencionado que tanto los gobiernos democráticos y progresistas de América Latina, como los movimientos sociales, evidencian hoy una crisis de la izquierda tradicional, que se manifiesta en agotamiento de algunos aspectos de los gobiernos populares. ¿Cómo entender el papel hoy de los gobiernos progresistas, cuando en ellos hay aún una limitación para la participación protagónica popular?
IR: Esa es la piedra angular de la
actualidad de América Latina y de la posibilidad de hacer la transformación por
este camino, que es el camino que hay. Se debe transformar la sociedad desde lo
que la sociedad es. No se puede seguir pensando que tomando el poder se van a resolver todos los problemas, porque
hay un debate cultural muy grande y hay que construir esa opción, pero esta no
se puede construir sin la participación popular.
La
cuestión cultural tiene que ver con un modo de vida, que en la realidad actual
es cada vez más alienante, volcado al consumismo, a trabajar para tener dinero y
pagar las cuentas; entonces el ser humano se auto transforma en objeto de su
vida, vive para el capital, para la especulación económica. El ser humano tiene
que comprenderlo y tiene que querer no vivir así. Pero ese pensamiento no se
puede imponer, debe partir de la autoconciencia del sujeto. Ese es el sujeto
enajenado, es decir es ajeno al proceso de cambio, pues no lo decidió y por
tanto no se va a comprometer. Por eso la participación es fundamental.
El ser humano tiene que ser partícipe de su cambio; cambia en cuanto va viviendo y creando otra experiencia de vida. No existe el mundo sin el mercado en ningún lugar del planeta, por lo tanto debe crear formas alternativas para disfrutar de esa vida que crea y que construye. Esa es la clave de la participación, porque participar es Ser parte de, sino no se hace responsable, no asume, no quiere.
Ahora, lo que yo digo que está agotado es el vanguardismo que muchos sectores de izquierda conservan y que no es más que soberbia. Se agotó luego de un periodo de aprendizaje para los sectores populares y para los mismos sectores del poder, que desplazados de los gobiernos tuvieron que aprender a construir un golpismo de nuevo tipo, a través de los medios de comunicación y la guerra económica y cultural.
Periferia: Una de las principales críticas que usted hace a la izquierda tradicional es el énfasis en las revoluciones conducidas desde “arriba”, viejas fórmulas presidencialistas del mismo capitalismo, o la democracia burguesa, que impone los parámetros con los cuales se pretende construir una sociedad distinta ¿podríamos decir que los actuales gobiernos progresistas y de izquierda parecieran estar en crisis precisamente por no superar tales fórmulas? ¿Cuál es el papel de los movimientos sociales y de sus luchas en la construcción y re direccionamiento de los gobiernos en mención?
IR: Lo que se requiere hoy es la
articulación entre movimientos sociales y partidos políticos. Pero si la
articulación no se da, tiene que surgir una nueva izquierda, que comprenda que
lo social es político y que lo político es también social, que comprenda que no
hay un grupo de “sabios” que son los que le dicen a las mal llamadas masas lo
que tienen que hacer, porque esas “masas” participan de la solución de su vida
y tienen lectura crítica de su historia.
Periferia: ¿Cuál la postura que deben asumir dichos gobiernos ante los movimientos sociales que exigen protagonismo popular?
IR: Es necesario construir la ofensiva
del campo popular que no es otra cosa que una agenda política y social, que lleve
a un gran movimiento que se constituya en poder político. No solo es salir a
gritar a la calle, puesto que tú puedes armar lío pero a la vez seguir
fortaleciendo las opciones de derecha, como ha pasado muchas veces, como pasó
recientemente en Argentina. Se trata de tener la capacidad de construir un
poder político. El problema no es de la izquierda, el problema es del
protagonismo popular. El problema es pensar que la izquierda define los
procesos, cuando los procesos los definen protagónicamente los pueblos organizados.
P: En este panorama ¿cómo observa las luchas sociales y políticas en Colombia y la posibilidad de poner fin al conflicto armado, en un contexto predominantemente neoliberal?
IR: Es difícil opinar porque no conozco
los detalles de la situación colombiana, pero si puedo decir lo que veo de las
implicaciones para el continente. América Latina necesita que ese proceso de
cese del conflicto armado, que no es toda la paz, se concrete, porque no solo
lo necesita Colombia sino todo el continente. Sin embargo, me preocupa cuánto
tarde en concretarse, porque no es un proceso en igualdad de condiciones para
las partes, y el cambio en la correlación de fuerzas continental va a presionar
para terminar las negociaciones y continuar por la vía de la guerra, que no
tiene más perspectiva que muerte.
La
disyuntiva no es si el cese del conflicto armado abre o no abre otros
conflictos sociales. El capital en el mundo entero criminaliza toda protesta y
propuesta social. Lo que cambia es que pone a Colombia en las mismas
condiciones de otros países. En Argentina vivimos con juicios, represión, y
otras cosas. No hay que creer que se abre un camino de florecitas y ardillas,
es simplemente poner fin a ese elemento que sirve de excusa para el injerencismo norteamericano.
Hay que tener conciencia de la época y de los tiempos. Hay que ver cuándo está el momento histórico de concretar todo lo que puede ser concretado y lo demás es parte de un camino más largo y de los pueblos. Es muy difícil, no estoy muy al tanto de los debates, pero no desconozco totalmente toda la realidad colombiana. Entre los dos escenarios yo opto por la paz como fin del conflicto, no con el sentido tan amplio con el que los distintos actores sociales han definido el concepto paz. Pienso que se avanzó mucho en la concreción política de ese concepto.
Periferia entrevistó a Isabel Rauber, una pensadora latinoamericana, profesora universitaria, pedagoga política y doctora en Filosofía que se ha preocupado desde hace muchos años por “buscar, junto con los movimientos populares, las alternativas que permitan construir soluciones a las problemáticas sociales”. Rauber habló sobre sus críticas al marxismo ortodoxo, las posturas vanguardistas de la izquierda, el lugar de los movimientos sociales en la actualidad latinoamericana y su mirada al proceso de paz colombiano.
Periferia: Usted ha manifestado una crítica a la izquierda tradicional del continente americano, que hizo del marxismo una religión. Señala que no le gusta la categoría, pero se reconoce a su vez como marxista. ¿Qué cuestiona al “marxismo” de la izquierda tradicional y cuál considera que es el aporte actual de este?
Periferia: Usted ha mencionado que tanto los gobiernos democráticos y progresistas de América Latina, como los movimientos sociales, evidencian hoy una crisis de la izquierda tradicional, que se manifiesta en agotamiento de algunos aspectos de los gobiernos populares. ¿Cómo entender el papel hoy de los gobiernos progresistas, cuando en ellos hay aún una limitación para la participación protagónica popular?
El ser humano tiene que ser partícipe de su cambio; cambia en cuanto va viviendo y creando otra experiencia de vida. No existe el mundo sin el mercado en ningún lugar del planeta, por lo tanto debe crear formas alternativas para disfrutar de esa vida que crea y que construye. Esa es la clave de la participación, porque participar es Ser parte de, sino no se hace responsable, no asume, no quiere.
Ahora, lo que yo digo que está agotado es el vanguardismo que muchos sectores de izquierda conservan y que no es más que soberbia. Se agotó luego de un periodo de aprendizaje para los sectores populares y para los mismos sectores del poder, que desplazados de los gobiernos tuvieron que aprender a construir un golpismo de nuevo tipo, a través de los medios de comunicación y la guerra económica y cultural.
Periferia: Una de las principales críticas que usted hace a la izquierda tradicional es el énfasis en las revoluciones conducidas desde “arriba”, viejas fórmulas presidencialistas del mismo capitalismo, o la democracia burguesa, que impone los parámetros con los cuales se pretende construir una sociedad distinta ¿podríamos decir que los actuales gobiernos progresistas y de izquierda parecieran estar en crisis precisamente por no superar tales fórmulas? ¿Cuál es el papel de los movimientos sociales y de sus luchas en la construcción y re direccionamiento de los gobiernos en mención?
Periferia: ¿Cuál la postura que deben asumir dichos gobiernos ante los movimientos sociales que exigen protagonismo popular?
P: En este panorama ¿cómo observa las luchas sociales y políticas en Colombia y la posibilidad de poner fin al conflicto armado, en un contexto predominantemente neoliberal?
Hay que tener conciencia de la época y de los tiempos. Hay que ver cuándo está el momento histórico de concretar todo lo que puede ser concretado y lo demás es parte de un camino más largo y de los pueblos. Es muy difícil, no estoy muy al tanto de los debates, pero no desconozco totalmente toda la realidad colombiana. Entre los dos escenarios yo opto por la paz como fin del conflicto, no con el sentido tan amplio con el que los distintos actores sociales han definido el concepto paz. Pienso que se avanzó mucho en la concreción política de ese concepto.
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