Por: Alberto Mira
El barrio San Pedro es un barrio popular de Medellín,
está ubicado en la comuna 4 y es el inicio de la zona Norte de la ciudad,
rodeando el cementerio San Pedro, otrora
el “cementerio de los ricos” y hoy un cementerio declarado “bien cultural de
interés nacional”, de allí el nombre actual del barrio, porque antes se
llamaba Pérez Triana, pero ha sido
conocido siempre como Lovaina pues una de sus calles se llama así y fue el epicentro en las
primeras décadas del siglo pasado de la más
famosa “zona de tolerancia” de la
ciudad, con elegantes casas de citas atendidas por “madames” donde
intelectuales, empresarios y políticos de la época acudían a tener sus
“aventuras” clandestinas. La prostitución en Lovaina se ejercía sin escándalos
y rodeada de música y poesía.
Un decreto de 1951 que ordenó el traslado de los lugares de “tolerancia” al barrio
Antioquia, hizo que Lovaina cambiara: muchas de esas casas fueron convertidas
en inquilinatos o en pequeños negocios y a medida que Medellín fue recibiendo
más población producto de la violencia y el desplazamiento, Lovaina fue
convirtiéndose en un barrio receptor donde las antiguas familias que se
quedaron empezaron a convivir con obreros, trabajadores informales y personas
que buscaban un lugar para vivir cerca del centro o de la antigua estación del
ferrocarril del Bosque (frente al Parque Norte).
Todo esto ha hecho de Lovaina un lugar especial. Hoy
muchas de sus calles son lugares de lavado de vehículos, almacenamiento de
reciclaje y venta de drogas psicoactivas, toda una suerte de economía informal,
donde conviven abigarradamente familias con niños, hombres y mujeres solos,
personas trasgeneristas, jóvenes delincuentes, recicladores, estudiantes,
mujeres en situación de prostitución, madres de familia… la mayoría de ellos en
cuartos de inquilinato con precarias condiciones de hábitat, con pobreza, con
situaciones de explotación sexual, entre otras problemáticas.
Es un barrio “sui generis”, donde estas comunidades han
podido vivir sin señalamientos, evitando
que muchos de ellos tengan que tomar el camino de los habitantes de calle. Se
desarrolla en esta zona un entramado social y cultural, que aunque “semilegal” y
con control ahora de grupos delincuenciales, ha permitido su sobrevivencia sin
el apoyo del Estado; Lovaina es catalogado por la policía como “olla” o zona de
microtráfico de estupefacientes e intervenido muchas veces con operaciones de
“seguridad”, pero nunca con ofertas sociales, culturales y de mejoramiento físico.
Allí no hay escuela ni colegio, ni zona deportiva y recreativa; solo organizaciones sociales como las corporaciones
Amiga Joven, Talentos, y Primavera surgidas en el sector han apoyado desde hace
más de 20 años a la población del barrio,
especialmente a los niños, niñas, adolescentes y mujeres, con acciones de
prevención, formación, educación, recreación, cultura, promoción,
acompañamiento psicosocial, y enrutamiento jurídico; todo esto con base en los derechos humanos,
la igualdad de géneros y la dignificación de la vida.
Pero Lovaina ha sido siempre un lunar en la ciudad y
en vez de pensar en un programa integral para el mejoramiento de la vida de sus
habitantes, un plan de vida digna y de restitución de sus derechos como
ciudadanos y ciudadanas de Medellín, la clase gobernante viene pensando, acorde
con todos sus planes de reordenamiento
del territorio, hacer de Lovaina y otros
barrios aledaños (Sevilla, Jesús Nazareno, Chagualo) un “distrito de
Innovación” o como ellos lo llaman para más entendimiento “Medellinnovation”, con
el cual se pretende trasformar esta zona en un clúster (grupo de empresas
interrelacionadas de un mismo sector) tecnológico, una especie de Silicon
Valley criollo, donde converjan franquicias de empresas multinacionales con
emprendimientos locales de tecnología digital hacia la creación de negocios y
circulación de nuevos capitales.
Es por eso que se observa que la zona alrededor se
está llenando de centros comerciales que continúan la trasformación urbanística
que se inició con la remodelación del Jardín Botánico, el Planetario municipal
y la construcción del Parque de los Deseos, Ruta N y el Parque Explora, y que
junto con la Universidad de Antioquia, su IPS y el Hospital San Vicente de Paúl,
buscan hacer de Medellín “La capital de la Innovación en América Latina” en el
afán competitivo y negocioso en que está montada la ciudad hoy en día.
Medellín se está proyectando como un megacentro comercial
y de negocios, sede de megaeventos, y un lugar para turistear (incluido el
“turismo sexual”). Toda su estructura se está adecuando para ello, pero a costa de las
necesidades de sus habitantes mayoritarios, pues estas quedan relegadas,
excluidas y ellos están siendo obligados a irse a vivir a partes alejadas de
estos territorios por los altos costos que implica quedarse.
Estos territorios pasan a ser nuevos espacios para
apartamentos de clase media o alta (gentrificación). A este proceso de
transformación lo llaman desarrollo e
innovación, pero no es más que el
desarrollo del capital local en una nueva fase expansiva que implica
desterritorializar a antiguos habitantes
para convertir barrios en distritos,
plataformas de servicios, clúster y todas las nuevas formas de circulación de
capitales. Esto parece ser realmente una ingeniería del despojo.
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