miércoles, 17 de febrero de 2016

La peor noticia del 2015: el año más caliente de la historia

Artículo publicado en la Edición impresa 113 (enero - febrero 2016) de Periferia Prensa Alternativa


Por Renán Vega Cantor

El “cambio climático” aparece como una realidad lejana en el tiempo y en el espacio para la mayor parte de los humanos que habitamos este planeta e incluso algunos empresarios de la industrias automotriz y de hidrocarburos hacen una campaña negacionista, en la que invierten millones de dólares, con la finalidad de ocultar o tergiversar las evidencias cotidianas que muestran la magnitud del trastorno climático en marcha, y cuyos efectos negativos en los cinco continentes son una realidad incuestionable.

Al percibir las modificaciones climáticas como algo distante no se tiene conciencia de sus implicaciones para la vida y la sociedad, en gran medida porque los medios de comunicación convencionales (como la televisión) no le dan el relieve que amerita, debido a que son un engranaje del poder corporativo capitalista. Para ellos no hay problema en que la temperatura promedio del planeta se esté elevando, como sucede en los últimos años, puesto que eso significa señalar al capitalismo como el causante del malestar climático y poner en cuestión el modo de vida productivista y consumista, al estilo estadounidense, que despilfarra energías fósiles y genera gases de efecto invernadero (GEI), la principal causa del aumento de la temperatura global.

Y esta no es cualquier noticia, es un hecho aterrador, como lo muestran algunos datos mundiales que se pueden evocar a manera de ejemplo: dos de los principales ríos de Colombia, el Magdalena y el Cauca, están tan secos que en muchos lugares se pueden atravesar a pie; una ola de calor derritió el pavimento en las calles de Nueva Delhi (India) y produjo la muerte de más de 2.500 personas; en Nueva York, el día de navidad, en pleno invierno, se registró una temperatura de 25°C; el Estado de California (Estados Unidos) soportó por quinto año consecutivo una drástica sequía, hasta el punto que, como muestra de la humanidad de sus habitantes, se taparon los espejos de agua para impedir que los animales salvajes bebieran y se refrescaran…

El 2015 quedará en la historia como el año en que se superó el listón simbólico de un grado centígrado por encima de la era pre-industrial (el siglo XVIII), lo cual es considerado por el climatólogo estadounidense James Hansen como el comienzo de un cambio climático "incontrolado y peligroso", algo que traerá episodios más frecuentes de clima extremo, tales como sequias, oleadas de calor, incendios forestales, inundaciones, tifones y huracanes más frecuentes y destructivos.

Ante la dura realidad, los gobernantes, las empresas transnacionales y los capitalistas del mundo y sus voceros mediáticos señalan que el aumento de la temperatura se debe a un hecho circunstancial y cíclico de tipo natural, como lo es el llamado fenómeno del Niño, un calentamiento de las aguas del Pacífico oriental ecuatorial que origina, al mismo tiempo, intensas lluvias en la región costera del Pacífico (principalmente en el Perú) y sequias al norte, como en Colombia. Por supuesto que el Niño siempre ha tenido esos efectos, pero ahora son más duros, debido a que se retroalimentan con el trastorno climático en marcha, hasta el punto que la NASA sostiene que el Niño de 2015-2016 es el más poderoso de los últimos cien años.

Echarle la culpa al Niño o a la Niña –la fase fría de la misma fluctuación climática en el Pacífico– resulta muy conveniente para ocultar que el brutal aumento de las temperaturas tiene causas bien conocidas, entre las más importantes el uso desmedido de combustibles fósiles (petróleo, gas y carbón) que se emplean en los automóviles, los aviones, los barcos, la generación de energía eléctrica, la tala y quema de bosques y la producción de cemento para la expansión urbana (con todo lo cual produce dióxido de carbono, CO2). Así mismo, la cría de millones de vacas para mantener el consumo de carne y los cultivos de arroz producen metano a gran escala  (CH4), otro GEI. Todas estas actividades generan mercancías nocivas y destructivas, como los automóviles y gran parte de los cacharros microelectrónicos, que benefician a unas cuantas corporaciones transnacionales y a un reducido círculo de capitalistas en el mundo. Estos sectores son los principales responsables del efecto invernadero, que genera el aumento de la temperatura, con lo que se destruyen las fuentes hídricas, se seca la tierra, se matan cultivos alimenticios, indispensables para la subsistencia humana, y se extinguen especies animales.

El planeta se puede achicharrar y junto con él gran parte de las especies de fauna y flora, así como millones de seres humanos, pero que nada detenga la producción y uso de automóviles, aviones, rascacielos, ni el consumo de carne, porque representan negocios capitalistas que enriquecen a una porción reducida de la población mundial, mientras la mayoría aguanta hambre, no tiene empleo y, para cerrar el círculo vicioso, son las primeras víctimas de un estilo de vida insostenible para el planeta tierra.

Lo peor del caso es que, si se tiene en cuenta que el quinquenio 2011-2015 ha sido el más caliente de la historia, son muy malos los augurios para el 2016, que ya se vaticina como más cálido que el 2015. Como quien dice, el capitalismo ha hecho del clima un laboratorio perfecto de las leyes de Murphy, en el sentido que aquello que está mal puede empeorar irremediablemente, aunque eso conduzca al colapso civilizatorio.







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