Artículo publicado en la Edición impresa 116 (Abril - Mayo 2016) de Periferia Prensa Alternativa
Es un llamado que junta a muchos
sectores de la sociedad inconforme con las injusticias que aquejan a la
población de la barriada, de los territorios olvidados e incluso a las
comunidades que no ven en los partidos y corrientes políticas tradicionales una
posibilidad organizativa para resolver sus problemas cotidianos. También será
una de las consignas que se agitarán para animar el paro nacional que se
avecina y que probablemente se llevará a cabo antes de terminar este primer
semestre. Es una campaña que pretende robarse los corazones de los más humildes
y se empezará a mover por todos los medios y las redes a partir del 23 abril de
2016.
No es una iniciativa aislada, que
busca protagonismos y privilegios, por el contrario reconoce y suma su
propuesta de movilización y su creatividad al reciente proceso emprendido por diferentes
organizaciones sindicales, sociales y populares articuladas en el comando
nacional unitario que promovió el paro de marzo 17 de 2016. Párese Duro:
cambiemos esto, agitará la participación en una jornada de alcances superiores,
que promete paralizar el país en todos los territorios por más de quince días.
Aunque las razones para
movilizarse y protestar en Colombia sobran y van desde la corrupción rampante
del gobierno y sus instituciones – con las fuerzas militares y de policía a la
cabeza –, pasando por las maromas del Centro Democrático para desviar la
atención sobre los actos criminales de sus miembros y de los familiares de su
principal líder, hasta los escándalos de Reficar, los niños desnutridos en la
Guajira, la crisis de la salud, el desempleo y la venta de Isagén; hay una
razón que causa mayor preocupación, por lo menos a los campesinos más humildes
y a los líderes de las organizaciones sociales, y es la reactivación del paramilitarismo, cuyo desmonte debería ser
un propósito nacional de todos los sectores democráticos.
Y no es para menos. El escenario
que se presenta en Colombia complejiza cada vez más el logro de la justicia
social, de las transformaciones y por supuesto de la paz.
El reciente paro armado llevado a
cabo por el aparato político militar de la ultraderecha, que no es nuevo y que
jamás se desarticuló, tiene más de fondo que de ancho. ¿Por qué salieron los
paramilitares en más de 5 departamentos y 33 municipios, según la revista Semana,
fuertemente armados, paralizando todo en esos territorios, sin que las
autoridades desplegaran operativos de la magnitud que desarrollan cuando se trata
de un grupo guerrillero? ¿Por qué sus mensajes atemorizantes se movieron con
tanta facilidad en redes sociales? ¿Por qué los medios masivos de información
estrecharon sus informes periodísticos?
A nuestro juicio, el paro armado
de los paramilitares del 1° de abril, y la marcha convocada por el centro democrático
el 2 de abril, están articulados y hacen parte de una estrategia de la
ultraderecha que pone en la palestra nacional varios desafíos. Uno de ellos es
visibilizarse y legitimarse como opción de poder político y militar; dos, jugar
su postura política en contra de la solución política negociada al conflicto
armado; tres, desviar la atención de la sociedad sobre los escándalos que involucran
a sus miembros en graves delitos; cuatro, arrancar la campaña para regresar a
la presidencia de la república en 2018; cinco, aprovechar la creciente
indignación de sectores sociales inconformes con las políticas del gobierno y
finalmente generar un clima de ingobernabilidad.
Esto es demasiado delicado. En
nuestro pasado editorial denunciamos el incremento de los asesinatos de líderes
sociales a manos del paramilitarismo y su reactivación en varias regiones,
situación imposible de llevar a cabo sin la colaboración y apoyo de las fuerzas
militares y de policía, o por lo menos de segmentos descompuestos que hacen
parte de estas, y que hoy después de los escándalos es imposible negar. Si esto
es así, entonces hay una división en el Estado colombiano, y el Presidente de
la República y el Ministro de Defensa no tienen el mando unificado de sus
tropas, las que a su vez comulgan con un jefe natural distinto al gobierno
legalmente constituido. Gravísimo.
Gravísimo porque se supone que el
país, el gobierno y las insurgencias a las que se les responsabiliza hasta de
hacer llover, están en medio de mesas de negociación, justamente para darle fin
a lo que se ha señalado por décadas como la razón mayor de las tristezas y desgracias
de este país. En el paro armado de la ultraderecha fueron asesinados a manos de
los paramilitares 10 policías, o sea que el paramilitarismo no tiene ningún
reparo en arremeter contra quienes se interpongan en su camino. Gravísimo
también que no se hayan escuchado las voces condolidas del procurador Ordoñez y
del Centro Democrático denunciando con vehemencia a los asesinos y condenando
los actos de violencia ejecutados en la arremetida paramilitar.
Los que acabaron con los derechos
sociales de los trabajadores, le entregaron a las transnacionales la soberanía
y se robaron el erario público, hoy se visten de camuflado y se disponen a
luchar a sangre y fuego por la recuperación del poder político y militar del
establecimiento, que de todas maneras conservaron o está intacto en algunos
territorios. Esto quiere decir que posiblemente nuestro país pase de tener en
la oposición unas guerrillas de izquierda, a un ejército paramilitar de
ultraderecha.
El escenario es muy probable.
Porque ante la consigna de la ultraderecha de que un acuerdo de paz es entregarle el país a la guerrilla, ellos
no se van a quedar de brazos cruzados cuando esto ocurra. En 2018 lucharán por
hacerse a la presidencia y desconocerán los acuerdos de paz, o simplemente
eliminarán a quienes los suscribieron. Si la que asume el gobierno es la
izquierda o una coalición democrática, esta tendrá que enfrentarse a una
oposición político – militar, pero esta vez de ultraderecha y en defensa de los
intereses de las élites. También podría haber combinaciones y acuerdos entre la
derecha y la ultraderecha. Estaríamos caminando hacia un país inviable, basado
en el miedo y el autoritarismo, caminaríamos hacia un Estado fallido, si no es
que ya estamos en él.
Por donde se le mire, el problema
es complejo y la paz vista por la derecha como una ausencia de confrontación
armada no se dará por mucho tiempo; menos se llegará a la justicia social. Entonces
la participación activa de la sociedad en esta complejísima coyuntura es
fundamental.
La principal herramienta para
derrotar la visión guerrerista y militarista de la sociedad contaminada, y de
promover un ambiente de transformaciones sociales hacia una democracia, es la
manifestación eficaz de querer esos cambios y para ello hay que salir a las
calles, a las carreteras, a los parques, a las instituciones, a exigir el
desmonte del paramilitarismo y de la cultura que lo agencia, desde las
autoridades hasta los medios masivos de comunicación que los siguen promoviendo
como alternativa.
A las élites se les debe entregar
el mensaje de esta manera, a través de una sociedad compacta que se para duro,
firme ante las injusticias; que le juega a los principios básicos de
reconstrucción de la Nación por medio de los derechos sociales al alcance de
todos y todas. Hay que salir al paro para que cambiemos esto. Hay que pedir
salud, empleo, educación, vivienda, defensa del agua, pero también exigiendo la
desmilitarización de la sociedad y el desmonte del
paramilitarismo.
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