Artículo publicado en la Edición impresa 114 (Febrero - marzo 2016) de Periferia Prensa Alternativa
Por Comunidad Sirirí
Un poco de historia, nada más
Foto: Federico Pérez Bonfante |
La región pacífica se ha constituido de
manera acéfala, descoordinada y macondianamente. El Pacífico colombiano se ha
relacionado con la nación bajo una dinámica de conectividad, mas no de
integración de la población y de la región con el resto del país. Históricamente los
gobiernos y las élites han tenido la responsabilidad política y social de que
el pacífico colombiano no responda a las exigencias culturales, sociales y
económicas de los pobladores que residen allí, sino a los intereses económicos
de las elites y las economías fuertes, lo que ha generado un impacto negativo
en la naturaleza y sus pobladores.
Gracias a las “pericias” de los
gobernantes, propios y foráneos, esta región tan maravillosa ha sufrido toda
clase de estragos y son sus pobladores los que han experimentado las ruinas que
dejaron la improvisación de los diferentes gobiernos en las distintas etapas de
la historia. Con el Plan Pazcifico (PP), impulsado por el gobierno y las
transnacionales, seguiremos padeciendo las consecuencias de las “pericias” que
históricamente han “conectado” al Pacífico colombiano, más no lo han integrado
a esa utopía llamada Estado Nación.
Buenaventura
en la colonia: enclave comercial y militar
Desde
tiempos coloniales, las elites blancas españolas no veían a Buenaventura como
un territorio de suma importancia en la construcción cultural y popular de la
población negra, sino más bien como un puerto estratégico para el tráfico de
mercancías y esclavos, mercado que para ese entonces estaba empezando a tomar
forma. En este sentido, según Gerson Javier Pérez en su texto Historia, geografía y puerto
como determinantes de la situación social de Buenaventura,
las élites tenían “muy poco interés por ver convertida a Buenaventura
en una población propiamente dicha. Más bien se buscaba una entrada hacia el
interior del territorio, hecho que marcaría por muchas décadas el destino del que es hoy uno de los
puertos más importantes del país”.
La otra
vocación que los españoles previeron para el territorio bonaerense fue
convertirlo en un fortín militar. Las ventajas que este territorio proyectaba
para la empresa de la conquista española estaban claras, ya que Buenaventura “particularmente, fue considerado y
utilizado como puerta de entrada al continente, como fortín militar con el
único objetivo de continuar con la empresa conquistadora hacia el interior del
país”, señala Pérez.
El Pacífico
nariñense
En el siglo
XIX, en la provincia de Pasto, el ejército independentista vio la zona como
punto clave para todo su proceso revolucionario. Es conocido por muchos, y
también lo relata Viloria De La Hoz en Economía del departamento de Nariño:
Ruralidad y aislamiento geográfico, que los pobladores de esta
provincia fueron proclives a defender los ideales imperiales, pues defendían a
toda costa seguir bajo las órdenes del rey español. Los españoles apoyaron la
resistencia pastusa pues sabían el papel que esta provincia desempeñaba para conectar
a Quito con Popayán, pasar al interior del país y llegar a Santa Fé. Desde el periodo colonial se vislumbraba
entonces la importancia geoestratégica de la zona del pacífico.
La economía de la zona fue sustentada en la
explotación de materias primas, minerales, metales y productos agrícolas y por
ello su papel fue de suma importancia para la economía española. Además, según
Viloria de la Hoz, el puerto de Tumaco brindaba durante el periodo colonial una
salida marítima al distrito minero de Barbacoas: “la terminación de la vía
terrestre hasta Tumaco (carretera-ferrocarril) y la construcción de un nuevo puerto en 1953 ayudaron a reducir la
desintegración entre las subregiones Pacífica y Andina del Departamento de
Nariño. (…), en 1970 se construyó la carretera Panamericana, vía de acceso
principal que
comunica a Nariño con el resto de Colombia y con la República del Ecuador.
Adicional a lo anterior, los aeropuertos de Pasto, Ipiales y Tumaco han contribuido a [conectar] al Departamento de
Nariño con las ciudades de Bogotá, Cali y Medellín, y desde allí, con el resto del país. [En la
actualidad] la red vial de carreteras de Nariño es de 6.500 kilómetros,
concentrándose en gran medida en la zona Andina del departamento. Por el
contrario, en la subregión del Pacífico existen pocas vías, siendo la excepción
la transversal
Pasto-Tumaco y los ramales Junín-Barbacoas y Barbacoas-Magüí Payán”.
El
departamento del Cauca
El Gran Cauca
se incorporó al mercado global de manera más desmesurada y cosmopolita. Las
elites payanesas, por ejemplo, quisieron emular las costumbres económicas
europeas. Por su parte, la conectividad vial, que fue un principio de
desarrollo para la ciudad de Cali, respondiendo a exigencias de forasteros. Hoy
en día la dinámica ha cambiado (en infraestructura de conectividad); la única
conexión que tiene el territorio se materializa en la vía panamericana que
comunica con el Ecuador y el centro del país.
En lo
económico, el departamento posee variedad de pisos térmicos y valles que lo convierten en una zona estratégica
para la explotación forestal, ganadera, alimentaria, turística, pesquera e hídrica. La producción
agrícola de la región no responde al mercado interno, sino más bien al modelo
económico impuesto desde afuera y no es viable por la falta de infraestructura
vial, medioambiental y social. En otras palabras, la centralidad que tuvo esta
región en antaño -el Gran Cauca- contrasta hoy con el aislamiento que
experimenta el departamento.
Extractivismo y economía de enclave
El Pacífico colombiano ha respondido más a
las dinámicas rurales, el poblamiento de la región se debió a la explotación de
algunos productos como el caucho, la tagüa, la raicilla y las pieles. Entrado
el siglo XIX, algunas ciudades rompen las fronteras rurales e inician su
urbanización al tiempo que los proyectos políticos de las familias más
poderosas inician su configuración sin alejarse de la lógica extractivista.
Ya entrado el
siglo XX, el extractivismo se configura como un pilar de la economía nacional y
se le abre paso a las multinacionales que para lograr la explotación de los
bienes forestales, pesqueros y minerales de la región, ejercen dominio
político, económico y social en sus enclaves productivos. Algunas zonas del país se especializan en una actividad específica
por lo que, según el Observatorio Pacífico y Territorio, se extiende “el monocultivo de palma aceitera en Tumaco y
extensas áreas se adaptan para la ganadería.”
A mitad del
siglo pasado la economía de Tumaco se fortalecía por ser puerto petrolero, Putumayo
poseía unos yacimientos que serían más tarde explotados gracias a la incursión
de multinacionales que se iban a aprovechar de las facilidades que les deba el
gobierno central. Después la palma, la pesca y la papa sustentarían la economía
exportadora mientras que la parte de los Andes producía para el consumo
nacional.
El Plan Pazcífico, más de lo mismo para la
región
La diversidad étnica es una constante en
todos los territorios de la región pacífica, siendo las comunidades afros e
indígenas las que poseen la mayoría de los territorios colectivos. Pese a lo
anterior, muchos de los megaproyectos contemplados en el PP, refuerzan la
conectividad, el enclave económico, la exclusión de las mayorías, el despojo
del territorio y los irreparables daños ambientales sobre los invaluables
ecosistemas del Pacífico.
Por ello, para las comunidades de esta
región, es necesario que se reflexione sobre el devenir histórico de las
políticas que se han empleado en la región por los gobiernos y las élites, en
términos de que los beneficios de la actividad económica sean para las mayorías
y no únicamente para la minoría blanca y los extranjeros. De la misma forma,
que los programas de infraestructura superen la conectividad y la economía de
enclave, para avanzar hacia la integración social, económica y cultural de los
territorios del Pacífico con el resto del país.
Finalmente, que las decisiones de producción reconozcan las
construcciones sociales e históricas de los pobladores del pacífico colombiano,
más que los dictámenes del mercado mundial.
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