Por Alex
Trujillo Giraldo[1]
trujillismo@hotmail.com
La noche del pasado domingo 22 de noviembre, la plaza de
Mayo fue el punto de peregrinación natural del kirchnerismo para soportar de
manera colectiva el estrecho triunfo del actual jefe de gobierno de la capital
argentina y expresidente de Boca Juniors, Mauricio Macri (Cambiemos) por el
2.8% sobre el candidato oficialista y gobernador de la provincia de Buenos
Aires, Daniel Scioli (FpV). Las lágrimas se esfumaron rápidamente en los
rostros de los anonadados militantes que como muchas otras veces cantaron hasta
altas horas de la noche, pero
desempolvando las frases de resistencia que empezarán a resonar tras 12 años de
gobiernos del peronismo progresista. Scioli admitió rápidamente la derrota y
señaló: “Un país que dejamos, a quien tiene la enorme tarea, con la tasa más
baja de desempleo desde hace muchos años, con la tasa más baja de desendeudamiento
desde el 76”.
La derrota que desde el cierre de las urnas ya auguraban
todos los medios hegemónicos de comunicación—afirmando que llegaría hasta un 10% de diferencia—ha
posibilitado toda serie de afirmaciones que parecían cosa del pasado como la
editorial del día lunes en el diario La Nación[2], donde afirmaban que las
ansias de venganza quedaban sepultadas, al referirse a los juicios de los
militares implicados en la dictadura cívico-militar que desde el 24 de marzo1976
hasta el 10 de diciembre 1983 gobernó la Argentina. Es decir, que las ansias de
verdad, justicia y reparación de las víctimas que supo expresar y defender el
kirchnerismo no serán políticas de Estado para el presidente electo.
Foto: www.perfil.com |
La noche del triunfo brilló en el escenario del bunker de
Cambiemos una invitada muy particular, Lilian Tintori esposa de Leopoldo López,
quien fuera juzgado y condenado por las manifestaciones violentas de febrero
del 2014 en Venezuela que dejaron un saldo de 43 muertos, lo que anuncia el
fuerte vínculo que tendrá el nuevo presidente de Argentina con la oposición
venezolana. En semanas pasadas, Mauricio Macri había señalado que invocaría la
cláusula democrática[3] de Mercosur para sancionar a
Venezuela, como ya lo hizo el organismo multilateral con Paraguay tras el golpe
parlamentario a Fernando Lugo en 2012. Sin duda, el cambio que utilizó la campaña de
Macri como slogan y nombre de su alianza de partidos, significa abandonar el
bloque regional contrahegemónico que encabeza Venezuela para situarse nuevamente
en las famosas “relaciones carnales con EE.UU.” que caracterizaron la década
infame de los años noventa. La libertad cambiaria y de importaciones han sido
anunciadas como sus principales apuestas económicas a corto plazo, lo cual
cautivó el voto de la clase media durante la campaña, y que resultó definitivo
fundamentalmente en provincia de Córdoba donde aplastó al candidato del Frente
para la Victoria, Daniel Scioli.
Sin embargo, el panorama es complicado para la
gobernabilidad del país austral, dado que el Congreso sería opositor y viene
aprobando leyes que imposibilitarían ciertos ajustes que vendrían con el nuevo
gobierno. Por ejemplo, la ley que garantiza la gratuidad de las universidades
públicas y la ley que obliga al ejecutivo a recurrir al legislativo cuando
quiera vender acciones en manos del Estado. Los recortes en la burocracia
estatal y los planes sociales serían inminentes. Los sectores industriales se
verían afectados por la liberalización de las importaciones y la segura
devaluación de la moneda. Las negociaciones salariales y la flexibilización
laboral también serán parte de las políticas que implementará el nuevo
gobierno. El fortalecimiento del presupuesto policial y la implementación de
políticas antinarcóticos, de impronta colombiana, ya han sido anunciadas
durante la campaña. Frente a todo esto, se reacomodarán rápidamente los bloques
de poder, y las condiciones objetivas de las luchas sociales serán más
antagónicas a medida que el Estado privilegie los intereses de las
corporaciones que apoyaron a Macri durante la campaña.
Por su parte, los sectores más conservadores del
peronismo se alinearán tras el liderazgo de Sergio Massa para surgir como
alternativa moderada, y los más leales a Cristina Fernández de Kirchner,
esperan cómo se juegan las cartas para movilizar todas sus fuerzas en lo que
sin duda será un etapa de tensión social, protestas y retrocesos. La izquierda
peronista y la izquierda independiente estarán más cerca que nunca por la
concordancia en la lectura de la coyuntura electoral. El Frente de Izquierda
(trotskismo) a su vez, perdió la posibilidad de ampliar el espectro y ha
quedado alejado de muchos otros sectores que—apartando sus diferencias con el
kirchnerismo—apoyaron a Scioli durante la segunda vuelta presidencial.
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