miércoles, 9 de diciembre de 2015

Distrito de innovación o ingeniería del despojo

Por: Alberto Mira


El barrio San Pedro es un barrio popular de Medellín, está ubicado en la comuna 4 y es el inicio de la zona Norte de la ciudad, rodeando el cementerio  San Pedro, otrora el “cementerio de los ricos” y hoy un cementerio declarado “bien cultural de interés nacional”, de allí el nombre actual del barrio, porque antes se llamaba  Pérez Triana, pero ha sido conocido siempre como Lovaina pues una de sus calles  se llama así y fue el epicentro en las primeras décadas del siglo pasado de la más  famosa  “zona de tolerancia” de la ciudad, con elegantes casas de citas atendidas por “madames” donde intelectuales, empresarios y políticos de la época acudían a tener sus “aventuras” clandestinas. La prostitución en Lovaina se ejercía sin escándalos y rodeada de  música y poesía.

Un decreto de 1951 que ordenó el traslado de  los lugares de “tolerancia” al barrio Antioquia, hizo que Lovaina cambiara: muchas de esas casas fueron convertidas en inquilinatos o en pequeños negocios y a medida que Medellín fue recibiendo más población producto de la violencia y el desplazamiento, Lovaina fue convirtiéndose en un barrio receptor donde las antiguas familias que se quedaron empezaron a convivir con obreros, trabajadores informales y personas que buscaban un lugar para vivir cerca del centro o de la antigua estación del ferrocarril del Bosque (frente al Parque Norte). 

Todo esto ha hecho de Lovaina un lugar especial. Hoy muchas de sus calles son lugares de lavado de vehículos, almacenamiento de reciclaje y venta de drogas psicoactivas, toda una suerte de economía informal, donde conviven abigarradamente familias con niños, hombres y mujeres solos, personas trasgeneristas, jóvenes delincuentes, recicladores, estudiantes, mujeres en situación de prostitución, madres de familia… la mayoría de ellos en cuartos de inquilinato con precarias condiciones de hábitat, con pobreza, con situaciones de explotación sexual, entre otras problemáticas.

Es un barrio “sui generis”, donde estas comunidades han podido vivir sin  señalamientos, evitando que muchos de ellos tengan que tomar el camino de los habitantes de calle. Se desarrolla en esta zona un entramado social y cultural, que aunque “semilegal” y con control ahora de grupos delincuenciales, ha permitido su sobrevivencia sin el apoyo del Estado; Lovaina es catalogado por la policía como “olla” o zona de microtráfico de estupefacientes e intervenido muchas veces con operaciones de “seguridad”, pero nunca con ofertas sociales, culturales y de mejoramiento físico. Allí no hay escuela ni colegio, ni zona deportiva y recreativa; solo  organizaciones sociales como las corporaciones Amiga Joven, Talentos, y Primavera surgidas en el sector han apoyado desde hace más de 20 años  a la población del barrio, especialmente a los niños, niñas, adolescentes y mujeres, con acciones de prevención, formación, educación, recreación, cultura, promoción, acompañamiento psicosocial, y enrutamiento jurídico;  todo esto con base en los derechos humanos, la igualdad de géneros y la dignificación de la vida.

Pero Lovaina ha sido siempre un lunar en la ciudad y en vez de pensar en un programa integral para el mejoramiento de la vida de sus habitantes, un plan de vida digna y de restitución de sus derechos como ciudadanos y ciudadanas de Medellín, la clase gobernante viene pensando, acorde con  todos sus planes de reordenamiento del territorio, hacer de Lovaina y otros  barrios aledaños (Sevilla, Jesús Nazareno, Chagualo) un “distrito de Innovación” o como ellos lo llaman para más entendimiento “Medellinnovation”, con el cual se pretende trasformar esta zona en un clúster (grupo de empresas interrelacionadas de un mismo sector) tecnológico, una especie de Silicon Valley criollo, donde converjan franquicias de empresas multinacionales con emprendimientos locales de tecnología digital hacia la creación de negocios y circulación de nuevos capitales.

Es por eso que se observa que la zona alrededor se está llenando de centros comerciales que continúan la trasformación urbanística que se inició con la remodelación del Jardín Botánico, el Planetario municipal y la construcción del Parque de los Deseos, Ruta N y el Parque Explora, y que junto con la Universidad de Antioquia, su IPS y el Hospital San Vicente de Paúl, buscan hacer de Medellín “La capital de la Innovación en América Latina” en el afán competitivo y negocioso en que está montada la ciudad hoy en día.  

Medellín se está proyectando como un megacentro comercial y de negocios, sede de megaeventos, y un lugar para turistear (incluido el “turismo sexual”). Toda su estructura se está  adecuando para ello, pero a costa de las necesidades de sus habitantes mayoritarios, pues estas quedan relegadas, excluidas y ellos están siendo obligados a irse a vivir a partes alejadas de estos territorios por los altos costos que implica quedarse.


Estos territorios pasan a ser nuevos espacios para apartamentos de clase media o alta (gentrificación). A este proceso de transformación  lo llaman desarrollo e innovación, pero  no es más que el desarrollo del capital local en una nueva fase expansiva que implica desterritorializar a  antiguos habitantes para convertir  barrios en distritos, plataformas de servicios, clúster y todas las nuevas formas de circulación de capitales.  Esto parece ser realmente  una ingeniería del despojo.

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