196 años de elecciones y 196 años
donde los resultados son los mismos: la OLIGARQUIA sigue en el poder y no ha
sido posible quitarle el control del Estado.
Algunas teorías y activistas
afirmarán categóricamente que el Estado no es el fin, existen otras formas de
organización social, que son válidas: la autogestión, el autogobierno, la
autonomía. La experiencia latinoamericana nos demuestra que es posible llegar
al poder por medio de las urnas y comenzar a dar pasos hacia la construcción de
una sociedad justa, con dignidad, con derechos, sin hambre y sin miseria, con
trabajos dignos, salud pública y una reforma agraria a favor del pequeño
campesinado. También nos han demostrado que el ganar en las urnas es el primer
paso para lograr medidas anti neoliberales por un lado y lograr generar
dignidad de una manera rápida y efectiva al pueblo por el otro.
¿Para qué es el poder político?
sencillo para que un congreso conformado en la mayoría por anti neoliberales
detenga la privatización de las empresas de servicios públicos, para frenar los
desalojos como se logró en Madrid- España, para generar una salud pública, para construir mega
obras como: universidades públicas, amplias y para toda la sociedad. Para
construir guarderías para las trabajadoras sexuales, para que el espacio
público sea tomado por el arte sin pagar un peso, para tener una fuerza pública
que cumpla la función de protección y no de represión. Para eso y más sirve
tener el poder en la política.
¿Eso es imposible en Colombia? Yo
diría sí, pero no porque sea una agenda irrealizable sino porque se carece del
proyecto político con los personajes a bordo que sean capaces de visionar como
hacerlo posible, aunque creo que las alcaldías de Bogotá con la excepción de
Samuel Moreno, han logrado disputarle a la hegemonía oligárquica la
construcción de una subjetividad política popular, una que apenas comienza a entender por qué es
importante tener el poder y por qué se
torna tan peligroso para las clases apropiadas históricamente del aparato del
Estado que el gobierno de Petro o el de Clara López, se convierta en un
referente nacional.
El problema de las elecciones no
reside en calificar el comportamiento del pueblo desde una mirada clasista: que
vende el voto, lo regala, se abstiene, lo trivializa. Este
comportamiento no sólo es la muestra como dirán las teorías liberales de la
ciencia política: una ausencia de cultura política sino una ausencia de un proyecto real, creativo,
estético, certero, contundente que le hable a toda la gente harta de esta
política fea, plana, lineal, corrupta y lo peor sin esperanza.
Hoy más que nunca hay que
disputarle a las clientelas, a las mafias, a los corruptos, a los partidos
tradicionales, a los políticos neoliberales escondidos en los partidos alternativos
y llamados de izquierda el poder e incluso el rumbo de la política misma.
Propuestas que intentan comprometerse con la gente, sí las hay, un ejemplo es Bogotá
y en muchos municipios de este país, la gente intenta aisladamente romper con
la terrible noche a la que la oligarquía colombiana y la falta de lucidez de la
izquierda nos quiere condenar.
Posibilidades para disputarle en
las urnas el control del poder local a las oligarquías, ¡todas!, las preguntas
son ¿Dónde está la lucidez de un proyecto para el buen vivir y esperanzador que
se la juegue con propuestas para la gente incrédula pero expectante? ¿Cuándo se
hará política para ganar y no para perder?
Ver también:
-La esperanza electoral
-Elecciones 2015, entre la ausencia de identidad política y los discursos prestados
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-Elecciones 2015, entre la ausencia de identidad política y los discursos prestados
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