jueves, 15 de octubre de 2015

26 lunas rojas trazan el camino de un joven luchador: Nicolás David Neira Álvarez renace cada 11 de octubre

Por Ángel Amaneceres

Dame la N, de ¡Nunca Olvidaremos!
Dame la I, de ¡Igualdad Social!
Dame la C, de ¡Caminos pal Pueblo!
Dame la O, de ¡ORGANIZACIÓN!


Son las siete de la mañana, es domingo 11 de octubre de 2015 y un sol semidesnudo deja entrever sus tímidos rayos, a través de la nubosidad brumosa de una mañana teñida de recuerdos y memoria. La radio, sintonizada en un programa de antaño, recuerda la vida de Guevara de la Serna, del octubre triste de 1989 cuando el genocidio político se apoderó de la vida. El aroma a café y a Centro Bogotano se apodera del apartamento 302 de uno de los edificios de la calle 16.

De repente, una voz grave se escucha entre los altavoces de la radiola. El invitado a la entrevista de las 9:00 a.m. es Yuri, padre del joven Nicolás David Neira Álvarez, asesinado por el ESMAD, el primero de mayo de 2005. En su relato, -a través de un teléfono dispuesto en la cabina, figura como un encuentro entre voces que nos separa del exilio-, cientos de imágenes pasan por la mente, la rabia y la indignación se abren paso entre la tristeza. Una fiesta obrera difuminada por la represión de un cuerpo policial sobre la humanidad de la juventud. Cada frase, cada emoción entintada en la voz de aquel luchador, te recuerda que en este país, pensar diferente puede costarte la vida o la libertad, en este país, parafraseando a Galeano, pareciera más barata la vida que la bala asesina.

-¡Por 57 Fiscales ha pasado el caso mientras la impunidad sigue acechando!- Cuenta Yuri, con su voz teñida de rabia. Y en efecto, las cifras escabrosas conducen a una radiografía donde prevalece el terrorismo de Estado; que el caso de Nico no es el único, que son cientos de víctimas a manos de quienes señalan con el dedo, poniéndolo en el gatillo, y se hacen llamar Policía Nacional. Amparados por las leyes, hostigan, arremeten, judicializan, cumpliendo los parámetros de políticas para flagelar a la población civil, la misma, que con inconformidades ha buscado estrategias populares para transformar y defender su territorio.
Ante el constante accionar que atenta en contra de la vida y la dignidad, la memoria colectiva renace, entre semillas multicolor que en su interior buscan ser sembradas para que perviva la esperanza, la vida y así poder volver a pasar por el corazón, el proyecto social de quienes hoy abonan con su sangre la tierra, que defendemos quienes seguimos en esta dimensión.

Un 11 de Octubre de 1989, miércoles de luna menguante, en la Bogotá convulsionada de aquella época, Colombia vio nacer a NICOLÁS, un “jovencito con alma de viejo”; así lo recuerda su padre: -“¡tenía memoria selectiva, quiero decir que le gustaban muchas cosas del pasado, por ejemplo tenía su computador, pero le gustaba más llevar trabajos en máquina de escribir y nadie entendía por qué a él le gustaba la máquina de escribir, o teniendo teléfonos “muy inteligentes”, seguía con su casette, ¿por qué? , “¡tenía alma de viejo!”-. Es quizá esa alma la que nos permite mantenernos con vida.

Nuestras abuelas y abuelos indígenas, nos enseñaron a vivir con el pasado por delante; por eso, mantener vivos los sueños, es la misión de este montón de decididos y decididas que siguen tejiendo el ancho camino, dispuestas y dispuestos a seguir liberando las calles, por arte de barrio, encontrando a Nico en cada expresión hecha arte. La entrevista culmina con una frase que trasega en cada nuevo día: “nosotras y nosotros tenemos un arma, y esa arma valiosa es nuestro pensamiento, junto a ella poseemos una munición capaz de acabar con la amnesia colectiva, y esa munición es nuestro amor de corazón, cuando arma y munición se unen, surgirán ráfagas de memoria y vida, lucha por la libertad” Ese último fragmento posee un elixir poderoso, es como si Nico tomara la voz de su padre para enviar su  mensaje a las nuevas generaciones, conjugadas entre los quehaceres diarios por la vida y por el territorio.

Luego de volver a encontrar en la voz de Yuri un aliento y muchas ganas de querer seguir adelante, los pasos toman un rumbo hacia las calles céntricas de la ciudad, a veces gélidas, con aroma a huellas en el asfalto húmedo de medio día, observar, en los rostros meditabundos de los y las transeúntes, que a pesar de la amnesia colectiva es posible hacer memoria en el país del olvido, volviendo la mirada al sur, a la barriada, al campo, allí está Nicolás, en cada grito liberador. El mejor presente en su cumpleaños 26 es mantener viva la llama liberadora de la vida, porque jamás olvidaremos. En diez años hemos aprendido a conjugar la sinfonía popular ante los días grises, pues nos quitaron tanto que hasta el miedo desapareció, que en cada paso reafirmamos nuestra convicción por la vida, la memoria y contra la impunidad.

NICO, POR TI GRITAMOS ¡NUNCA MÁS!


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