Por Olimpo Cárdenas Delgado
En la ciudad de Ibagué, durante los días
8 y 9 de agosto de 2015, se reunieron 100 maestros y maestras de todo el país
con el fin de realizar la primera Asamblea de la Fuerza Nacional Magisterial,
FUNAMA. La novedad es que estos docentes, en su mayoría jóvenes precarizados
por el decreto 1278 de 2002, junto con algunos antiguos, se vienen encontrando
hace dos años, atraídos e identificados por dos elementos: una nueva forma de
hacer sindicalismo y una lucha central por la transformación del sistema
educativo.
El
profesor Renán Vega Cantor, en la
edición No. 20 de la Revista Cepa explica por qué los profesores se
proletarizaron, como le ocurrió a muchos sectores liberales y pequeñoburgueses.
Una de las consecuencias es la descualificación laboral, que consiste en
presionar el incremento de la productividad, precarizando la profesión y en
este caso al docente. De esta situación dan cuenta algunos de los maestros
asistentes a la Asamblea de Funama, los llamados “nuevos” por estar cobijados
por el decreto 1278, que los incorporó en condiciones precarias. Según, Flor
Patricia, una joven docente del colectivo profes nuevos de Cali, estos tienen
bajos sueldos, que oscilan entre los 750 mil pesos para profes indígenas y los
900 mil pesos mensuales para normalistas; no tienen estabilidad laboral ni
prestaciones especiales, y lo peor, están agobiados por las reiteradas
evaluaciones para ingresar y para ascender, y el permanente diligenciamiento de
formularios e informes, que “no les deja tiempo para hacer bien su trabajo, que
es educar”.
A
estos jóvenes y a los antiguos, los identifican varios elementos liderados por
Funama: la construcción de una escuela popular posible, lo que se puede
traducir en la lucha por la transformación de la filosofía imperante en el
sistema educativo colombiano; la urgencia de una nueva práctica sindical y la
recuperación de derechos laborales que hagan digna la profesión docente.
Jóvenes
entusiastas de la educación popular
Fredy
Sánchez es un joven docente, trabaja en un colegio en la localidad de Usme, uno
de los barrios más pobres y poblados al suroriente de Bogotá. Su pinta de
muchacho de barrio y su forma jovial y altiva le dan un toque carismático; nada
qué ver con la figura pesada y adusta que
antes caracterizaba a los profesores. Fredy se unió a Funama hace dos años
porque, según él, “es importante conseguir derechos y reivindicaciones
económicas y sociales, pero también jugársela por una propuesta pedagógica
liberadora, construida con el pueblo, en donde la educación popular esté en el centro
y permita transformar el sistema actual de educación que forma a los
estudiantes para producirle al capitalismo y no para hacer seres humanos
nuevos, hombres y mujeres buenos”.
Lo
mismo mueve a Ángela Castrillón, de Arauquita, afiliada a la Asociación de
Educadores de Arauca -ASEDAR. Ella, en Bogotá, trabajó con la comunidad
desplazada en Ciudad Bolívar, especialmente con los estudiantes excluidos o
desescolarizados por el sistema educativo y, desde entonces, con su colectivo
de profes, pensaron que era necesaria una práctica formativa popular encaminada
a la autonomía educativa, que recogiera las particularidades culturales de cada
estudiante, que permitiera explicar su propia realidad y por qué esos
estudiantes no podían ser estandarizados por medio de pruebas nacional e
internacionales. “Ya dentro del magisterio no queremos ni podemos desvincular
de la propuesta a las poblaciones desescolarizadas, porque ahora tenemos
herramientas académicas que nos permiten pensarnos en otra propuesta educativa.
Esta propuesta hay que jugársela dentro del Estado, porque estamos vinculados
laboralmente y porque atendemos una población y tenemos una responsabilidad
social como educadores. Desde Funama podemos pensar colectivamente la propuesta
de escuela popular y lucharla desde el magisterio”, concluye Ángela.
También
con el enfoque de mejorar la calidad de la educación, especialmente para los
niños y niñas, Flor Patricia, que es profesora de transición en Cali,
manifiesta: “se necesita un acompañamiento para la detección temprana de
necesidades especiales de aprendizaje; material didáctico para el desarrollo
del pensamiento concreto; experiencias significativas para el desarrollo psicomotor,
entre otras cosas que en el sector público estatal no existen. Hay que luchar
para que en este país todos tengamos derecho a los mejores espacios para formar
a nuestros niños y niñas”.
La
propuesta de Escuela Popular va caminando, como dice José Oner, un profesor de
Risaralda, con ascendencia indígena y quien hace parte, con más de 150 indígenas
Emberas y algunos afrodescendientes, del colectivo Magisterio Alternativo de
Inclusión Social, MAIS. Su propuesta de escuela es pluricultural y desde allí
los pueblos indígenas hablan del sistema educativo propio, de educar desde su
cosmovisión y cosmogonía. José Oner manifiesta que “sí hay choque cultural con
la educación que nosotros llamamos mayoritaria, en términos de la imposición de
los currículos; sin embargo, consideramos que todos: mestizos, indígenas y
afros necesitamos una educación para la liberación, por encima del concepto
étnico. Lo que nos une en Funama es la necesidad de formar conciencias críticas
para transformar la sociedad”.
El sindicalista debe ser investigador coherente
y ético
Los
estudios más recientes del Instituto Nacional Sindical - INS, de la Escuela
Nacional Sindical - ENS y de los estudiosos como Ricardo Antunes, muestran un
mundo del trabajo y unas estructuras sindicales en crisis. No existe
prácticamente una sola organización que no atraviese por conflictos, escándalos
de corrupción y de burocratización. El sector magisterial no es la excepción y
el más reciente paro nacional fue apenas el botón de muestra. En Funama todos coinciden
en que los resultados del paro fueron decepcionantes. Así lo plantea Ángela: “no
estamos de acuerdo con que se acabe el sindicato, porque es la mejor forma de
unirnos y organizarnos. Pero sí necesitamos cambiar las prácticas corruptas y
acomodadas de los dirigentes actuales. Para mí, un dirigente debería ser
coherente con los criterios afines a posturas políticas e ideológicas de
transformación, debe ser intelectual, debe escribir, investigar, estar con las
bases y debe luchar por la transformación de su entorno, tratar de separarse de
la burocratización y del ánimo economicista”.
José
Oner dice que “desde el año 95 observamos cómo se resquebraja el movimiento
sindical magisterial; es un sindicalismo trasnochado, como una bicicleta estática
en donde se pedalea y no se avanza. Evaluamos que el sindicalismo nacional y
regional se dedicó a complacer las pretensiones del gobierno y en Fecode las
políticas son de acomodamiento, se aferran al poder en las direcciones, no
visitan a las bases, y por eso hay que pensar en una alternativa sindical que sea todo lo contrario a lo que
hoy existe”.
En
cuanto a la propuesta política, Funama tiene la intención de participar en las
elecciones de Fecode y de todas las instancias sindicales, para ganar espacios
de dirección, según ellos, porque desde allí se pueden impulsar con mayor
fuerza los objetivos de una nueva práctica sindical.
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