miércoles, 11 de mayo de 2016

Explotación laboral y calentamiento global: dos por el precio de uno



Artículo publicado en la Edición impresa 116 (Abril - Mayo 2016) de Periferia Prensa Alternativa



Por Renán Vega Cantor

Una característica distintiva del capitalismo es la explotación de los trabajadores, en donde se origina la plusvalía que es la fuente de la acumulación del capital. Pues resulta que dicha explotación en el capitalismo actual no está desligada del aumento de la temperatura en el planeta entero. Un dato es indicativo: el predominio del capitalismo en su versión neoliberal, momento en el cual se dispararon las emisiones de gases de efecto invernadero, coincide plenamente con la pérdida de derechos de los trabajadores, la flexibilización laboral, y la explotación intensificada en China y el orbe entero.

China se ha convertido en el “taller del mundo” y allí está en marcha una Revolución Industrial al estilo inglés del siglo XVIII, con la diferencia de que sus efectos humanos y ambientales hay que multiplicarlos por mil y se produce en un tiempo acelerado, porque mientras la de Inglaterra necesitó de un siglo, la de China no lleva sino 25 años. Esa transformación acelerada de China hacia el capitalismo está ligada a  su producción para el mercado mundial, que se sustenta en dos premisas: fuerza de trabajo barata, abundante y explotada al máximo y destrucción de ecosistemas, contaminación y uso intensivo de combustibles fósiles, carbón, entre otros, para satisfacer los requerimientos del capitalismo mundial.

El nexo entre explotación y calentamiento global se evidencia en el hecho de que en China coinciden, como muestra a vasta escala de lo que sucede en gran parte del mundo, un incremento del uso de energía sucia con un irrespeto por la fuerza de trabajo. Como dice Naomi Klein, dos por el precio de uno. Pero la responsabilidad no es solo de China, sino del capitalismo central, porque lo que se produce en el gigante asiático está orientado hacia este último.

No extraña que la descentralización productiva se haya hecho para bajar el costo de la fuerza de trabajo en Estados Unidos y Europa, así como para eludir controles al medio ambiente, que se exigen en estos territorios. El incremento productivo, que se manifiesta en el eslogan “todo es chino”, llena las arcas de las multinacionales y los escaparates de los supermercados y centros comerciales del mundo, sin interesar el costo humano y ambiental de las mercancías que vienen del nuevo dragón asiático y de los denominados nuevos países industrializados.

Si se quisiera ilustrar el asunto con un ejemplo, solo basta recordar que forman parte de una misma lógica, la del capitalismo, los trabajadores de las fábricas de la muerte (regadas por el orbe entero) que laboran en condiciones oprobiosas y durante interminables jornadas y también los habitantes de las ciudades (como Pekín o Medellín) que se asfixian en la niebla contaminante (esmog) que resulta, en gran medida, de la utilización masiva y sin control de automóviles y motocicletas, que han sido producidos por los obreros de aquellos talleres de la muerte. 




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