Por
Sara López Acevedo
La subregión del Bajo Cauca antioqueño la componen los
municipios de Cáceres, Tarazá, Nechí, Caucasia, El Bagre y Zaragoza. Está
ubicada sobre las cuencas de los ríos Cauca y Nechí, los mismos que han
proporcionado gran parte del sustento económico y de la identidad cultural de
las comunidades que la habitan. Esta
subregión ha sido fuertemente golpeada por la violencia política y económica, según
lo que han venido denunciando sus comunidades, para quienes los proyectos
mineroenergéticos son los causantes de la agudización de muchos conflictos en
sus municipios y veredas.
Los pescadores
Una
de las principales problemáticas hoy la vienen enfrentando los pescadores, para
quienes su actividad económica se está viendo fuertemente afectada por la
construcción del proyecto hidroeléctrico Hidroituango. Aunque su
infraestructura se desarrolla en municipios del norte de Antioquia (Briceño,
Ituango, Toledo), embalsando aguas del Río Cauca, el caudal de este sigue su
curso hacia el Bajo Cauca, donde los pescados llegan con las agallas llenas de
lodo a causa de la tierra removida para construir la represa. Jorge Eliecer
Galván, pescador de Nechí y miembro de Agropescan, una de las asociaciones de
pescadores del Bajo Cauca, cuenta que antes los peces bajaban en abundancia y
tenían de sobra para vender y sostener a sus familias. Ahora es poco lo que
pueden pescar porque todo el pescado está bajando muerto.
Agropescan,
Asapen, Apesagropal, entre otra cantidad de asociaciones de pescadores, integran
a un grupo de 1.600 pescadores reconocidos y apoyados por el Ministerio de
Agricultura. Pero eso, según lo relatan los mismos pescadores, parece no
servirles de nada mientras no tengan peces para pescar y mientras Hidroituango
y la Gobernación no ofrezcan soluciones o alternativas para ellos y más bien
sigan insistiendo en el argumento de que no hay afectación en el río Cauca y
mucho menos aguas abajo.
El
mayor temor de los pescadores es dejar de existir como tales, porque tienen
claro que en torno a esta actividad se ha constituido su identidad. Por eso una
de sus exigencias concretas es que les sean entregadas tierras que tengan
cuerpos de agua o humedales, en las que ellos puedan sembrar peces y seguir
desarrollando su actividad económica, aunque seguramente no como lo hacían en
el río.
Los mineros
Foto tomada de: corregimientoeldoce.blogspot.com |
Otro
tema central en las problemáticas de esta subregión lo tienen los mineros. La
extracción de oro de aluvión en el Bajo Cauca es anterior a la época de la conquista,
pero es en los años 80’s aproximadamente cuando se da el auge de esta práctica.
Esto provocó un proceso de poblamiento en la región y la implementación de
diversas formas para extraer este recurso. Ya no solo era el barequeo o minería
artesanal, sino que se empezaron a constituir los pequeños y medianos mineros,
que se valen de la utilización de retroexcavadoras y otras maquinarias. Estos
últimos han venido tratando de formalizar completamente su actividad económica
en busca de títulos mineros para la extracción de oro; de hecho, algunos ya
tienen los títulos. Sin embargo, es un proceso difícil no solo porque existen
pocas áreas libres para titular, pues la mayoría de ellas está en manos de
empresas multinacionales, sino porque han tenido que soportar la quema de su
maquinaria apoyada en el artículo 106 de la Ley 1450 de 2011, que prohibió la
utilización de cualquier equipo mecánico para actividades mineras sin título
inscrito en el Registro Minero Nacional.
Por
otro lado, el actual código minero, según lo expresan las comunidades de esta
región, criminaliza al pequeño minero y al minero artesanal, al no dejar claras
las fronteras de lo que es la informalidad y la ilegalidad. Por eso, una de sus
exigencias es ser tenidos en cuenta para la construcción del Código Minero, y
ser consultados previamente cuando van a ser otorgados los títulos a las
empresas multinacionales.
Los cultivos de uso ilícito
Sin
desconocer que en el Bajo Cauca la violencia y la presencia de grupos
paramilitares convirtió esta zona en uno de los principales centros de
producción y procesamiento de hoja de coca, sus pobladores aseguran que fue con
la llegada de la megaminería desarrollada por empresas privadas y
multinacionales, la persecución a los pequeños mineros y mineros artesanales, y
las dificultades legales para ejercer esta actividad extractiva, que se generó
un incremento en la siembra de cultivos de uso ilícito como la coca, la
marihuana y la amapola. Y es que, arrinconados por las multinacionales y el
gobierno, muchos campesinos no encontraran otra alternativa económica. A esto
se suma que la producción agrícola y su comercialización se dificultan en gran
parte de la región debido a la inexistencia o precariedad de vías de acceso, lo
que eleva los costos de producción.
Las
fumigaciones aéreas con glifosato, como parte del programa del gobierno
nacional para la erradicación de cultivos de coca, también azotaron la región y
desataron fuertes movilizaciones para exigir que se acabaran. Hoy los
campesinos siguen exigiendo alternativas, protección y garantías, pues mientras
la minería, la pesca y todas sus actividades económicas tradicionales se sigan
viendo afectadas a causa de los megaproyectos minero-energéticos, ellos no
tienen otra opción que acudir a la siembra de cultivos de uso ilícito para
garantizar su sustento económico.
Experiencias organizativas y propuestas
alternativas
Desde
el 2009, Asoagromicauca – Asociación de agromineros del Bajo Cauca – ha venido
trabajando con el objetivo de garantizar
la permanencia de los campesinos en el territorio que han habitado
históricamente. Su lucha principal, según lo cuenta Alexander Ramos, integrante
de esta asociación, ha sido por formalizar su ejercicio minero. Pese a todas las
dificultades que han enfrentado, han obtenido ya dos títulos
mineros, por eso, siendo conscientes del impacto ambiental que genera este
ejercicio, lo acompañan de un Plan de Mitigamiento Ambiental, que incluye
aspectos como remover la capa vegetal, pero sin procesarla y lavarla, para que,
posterior a la explotación, puedan reubicarla. Además, para que los sedimentos
no caigan a las quebradas, utilizan pozos de sedimentación. También se
esfuerzan en eliminar completamente el mercurio, lo que implica cambiar los
métodos de procesamiento del mineral.
Alexander
explica que “nosotros sabemos el daño ambiental que implica remover una
hectárea de tierra, pero es preferible que se beneficie la misma gente de la
región, a que vengan las multinacionales y quedemos nosotros aguantando hambre
después de que ellos se lleven todas nuestras riquezas”.
Estas
comunidades también están realizando un esfuerzo, en la parte de la producción
agrícola, por construir economías propias y autónomas desarrolladas en la misma
región a través de redes solidarias. Actualmente tienen sembradas 80 hectáreas
de arroz, con las que se busca satisfacer la demanda de la región e ir
eliminando la necesidad de traerlo desde otras regiones. Esta primera
experiencia con el arroz quieren replicarla con la producción de maíz y otras
hortalizas, pues su fin último es generar un arraigo en la región y mantener
vigente la lucha por la soberanía y autonomía de sus comunidades.
No hay comentarios:
Publicar un comentario